jueves, marzo 28, 2024

Jan de Jager / De "Casa de cambio IV"




Cuatro Bueyes

Un buey blanco
en las afueras de Pisa
¿Sería más hermoso
si alguien lo hubiese esculpido
en mármol de Carrara?

¿Sería más hermoso
ese buey de mármol
que este buey sólido,
echado ahí, quieto,
apenas rumiando, respirando?

¿Más hermoso que estos
bueyes de palabras?
¿Más bello que la nieve
que se posa
en ese bloque
 de mármol sin tallar?


Fronteras / Limes

pasa el 95, le nonante-cinq

I

Los límites entre germanos y romanos
fluctuaban entre el Mosa y el Rin
y coinciden casi puntuales con la divisoria
entre “el mundo católico” y “el mundo protestante”
tal como surgiría más de un milenio después.
La frontera entre Holanda y Bélgica
fue trazada unas millas más al sur,
y la frontera entre los idiomas:
el flamenco y el francés, se encuentra
otras tantas millas más al sur:
a la altura de lo que hoy es Bruselas.


II

Estoy en Bruselas, ciudad “bilingüe”
Acabo de ver pasar el nonante cinq
Un cartel luminoso indica su destino final,
por turno en francés y en neerlandés:
GRAND-PLACE
GROTE MARKT
O sea literalmente
Plaza Grande
Gran Mercado
Se los dejo ahí, queridos alumnos
para que se lo mediten


III

Eso lo escribí ayer, y primero pensé
lo que se piensa automáticamente:
ah, plaza: ocio, el holgado mundo mediterráneo
versus mercado: negocio, la moral protestante del trabajo.
Hoy en cambio amanecí pensando otra cosa:
los días de mercado, de feria, los feriantes flamencos
de túnicas marrones, sudorosas,
descargando cajones de mercadería, vociferando,
VERSE VIS! HELE GROTE BLOEMKOLEN!
esos días eran “Grote Markt”
en cambio los otros días, la plaza semivacía,
los nobles paseando flânant, luciendo
jubón de brocado azul y hablando en francés,
esos días eran “Grand-Place”
se escuchan opiniones

Jan de Jager (Buenos Aires, 1959), Casa de cambio IV, inédito

Más poemas de Jan de Jager en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Jan de Jager/Facebook

miércoles, marzo 27, 2024

Leónidas Lamborghini / De "Circus", 3




El gozador

Como el que
mata
al placer.

Como el que
ni bien el placer
nace,
lo mata.

Como el que
se place
en matar
el placer.


Es escarabajo

Como el que 
en la playa desierta
ve un escarabajo.

Como el que
lo fatiga 
con obstáculos.

Como el que
en la desierta playa
se inclina
sobre las huellas
del escarabajo
y ve en ellas
su propia fatiga.

Leónidas Lamborghini (Buenos Aires, 1927 - 2009), Circus, México (1977-1983), Seré Breve, Buenos Aires, 2023

Más poemas de Leónidas Lamborghini en Otra Iglesia Es Imposible

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martes, marzo 26, 2024

Nathan Zach / Contrario a las separaciones




Mi sastre se opone a las separaciones.
Por eso, así dijo, no volveré a viajar. No
quiere separarse de su única hija. Decididamente
es contrario a las separaciones.

Una vez se separó de su esposa para
no volverla a ver (Auschwitz). Se separó
de sus tres hermanas y tampoco a ellas
las vio más (Buchenwald). Una vez
se separó de su madre (su padre falleció
ya anciano). Ahora él
es contrario a las separaciones.

En Berlín era
Amigo y confidente de mi padre. Se divertían juntos
En aquella Berlín. Aquella época
se fue, maldita sea. Desde ahora
no volverá a viajar. Es
decididamente
(mi padre entretanto murió)
contrario a las separaciones.

Nathan Zach (Berlín, 1930 - Ramat Gan, Israel, 2020), Voces de la poesía israelí, Poesía, n° 101, Valencia, 1994
Sin mención del traductor


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Foto: Radio Jai

lunes, marzo 25, 2024

Carlos Drummond de Andrade / Tres poemas





Congreso Internacional del Miedo

Provisoriamente no cantaremos el amor,
que se refugió más abajo de los subterráneos.
Cantaremos el miedo, que esteriliza los abrazos,
no cantaremos el odio porque eso no existe,
existe apenas el miedo, nuestro padre y nuestro compañero,
el miedo grande de los sertones, de los mares, de los desiertos,
el miedo de los soldados, el miedo de las madres, el miedo de las iglesias,
cantaremos el miedo de los dictadores, el miedo de los demócratas,
cantaremos el miedo de la muerte y el miedo de después de la muerte,
después moriremos de miedo
y sobre nuestras tumbas nacerán flores amarillas y miedosas.

Sentimento do mundo, 1940


Vida menor

La fuga de lo real,
más lejos aún, la fuga de lo fantástico,
más lejos del todo, la fuga de uno mismo,
la fuga de la fuga, el exilio
sin agua y sin palabra, la pérdida
voluntaria de amor y memoria,
el eco
ya sin corresponder al llamado, y éste fundiéndose,
la mano volviéndose enorme y desapareciendo
desfigurada, todos los gestos finalmente imposibles,
si no inútiles,
lo innecesario del canto, la limpieza
del color, ni brazo a moverse ni uña creciendo.
No la muerte, sin embargo.
Sino la vida: captada en su forma irreductible,
ya sin ornato o comentario melódico,
vida a que aspiramos como paz en el cansancio
(no la muerte)
vida mínima, esencial; un comienzo; un sueño;
menos que tierra, sin calor; sin ciencia ni ironía;
lo que se pueda desear de menos cruel: vida
en que el aire, no respirando, más participe;
ningún gasto de tejidos; ausencia de ellos;
confusión entre mañana y tarde, ya sin dolor,
porque el tiempo ya no se divide en partes; el tiempo
eludido, domado.
No lo muerto ni lo eterno o lo divino,
apenas lo vivo, lo pequeñito, callado, indiferente
y solitario vivo.
Eso estoy buscando.

A rosa do povo, 1945


La casa del tiempo perdido

Golpeé a la puerta del tiempo perdido, nadie atendió.
Golpeé una segunda vez y otra más y otra.
No hubo respuesta.
La casa del tiempo perdido está cubierta de hiedra
por la mitad; la otra mitad son cenizas.

Casa donde no vive nadie, y yo golpeando y llamando
por el dolor de llamar y no ser escuchado.
Simplemente golpear. El eco devuelve
mis ansias de entreabrir esos palacios helados.
La noche y el día se confunden en esperar,
en golpear y golpear.

El tiempo perdido ciertamente no existe.
Es un caserón vacío y condenado.

Farewell, póstumo, 1996

Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Brasil, 1902 - Rio de Janeiro, Brasil, 1987), Nova reunião, Companhia das Letras, San Pablo, 2015
Traducciones inéditas de Ricardo Ruiz

Más poemas de Carlos Drummond de Andrade en Otra Iglesia Es Imposible


Congresso Internacional do Medo

Provisoriamente não cantaremos o amor,
que se refugiou mais abaixo dos subterrâneos.
Cantaremos o medo, que esteriliza os abraços,
não cantaremos o ódio porque esse não existe,
existe apenas o medo, nosso pai e nosso companheiro,
o medo grande dos sertões, dos mares, dos desertos,
o medo dos soldados, o medo das mães, o medo das igrejas,
cantaremos o medo dos ditadores, o medo dos democratas,
cantaremos o medo da morte e o medo de depois da morte,
depois morreremos de medo
e sobre nossos túmulos nascerão flores amarelas e medrosas.


Vida menor

A fuga do real,
ainda mais longe a fuga do feérico,
mais longe de tudo, a fuga de si mesmo,
a fuga da fuga, o exílio
sem água e palavra, a perda
voluntária de amor e memória,
o eco
já não correspondendo ao apelo, e este fundindo-se,
a mão tornando-se enorme e desaparecendo
desfigurada, todos os gestos afinal impossíveis,
senão inúteis, a desnecessidade do canto, a limpeza
da cor, nem braço a mover-se nem unha crescendo.
Não a morte, contudo.
Mas a vida: captada em sua forma irredutível,
já sem ornato ou comentário melódico,
vida a que aspiramos como paz no cansaço
(não a morte)
vida mínima, essencial; um início; um sono;
menos que terra, sem calor; sem ciência nem ironia;
o que se possa desejar de menos cruel: vida
em que o ar, não respirando, mais envolva;
nenhum gasto de tecidos; ausência deles;
confusão entre manhã e tarde, já sem dor,
porque o tempo não mais se divide em sessões; o tempo
elidido, domado.
Não o morto nem o eterno ou o divino,
apenas o vivo, o pequenino, calado, indiferente
e solitário vivo.
Isso eu procuro.


A casa do tempo perdido

Casa onde não mora ninguém, e eu batendo e chamando
pela dor de chamar e não ser escutado.
Simplesmente bater. O eco devolve
minha ânsia de entreabrir esses paços gelados.
A noite e o dia se confundem no esperar,
no bater e bater.

O tempo perdido certamente não existe.
É o casarão vazio e condenado.

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Imagen: retrato de Carlos Drummond de Andrade. O Globo, Rio de Janeiro

domingo, marzo 24, 2024

Luis Hernández / Ezra Pound: cenizas y cilicio



1

Tower of Pisa
alabaster and not ivory. Y eterno,
para ferias de fascistas
quien la canta.

Y ebrio ya de belleza y en demencia
(puede ser que sus ojos sean nuestros)
rojo mar y el adriático crepúsculo
y dos guerras herrumbradas en su frente:

Frente a la lívida amenaza de la historia:
Ezra Pound,
Ezra
y su ejército perenne en pie
de muerte.

Torre de Pisa
et cinis et cilicium.

2

Ezra:
Sé que si llegaras a mi barrio
los muchachos dirían en la esquina:
Qué tal viejo, che' su madre,
y yo habría de volver a ser el muerto
que a tu sombra escribiera salmodiando
unas frases ideales a mi oboe.

El milagro se oculta entre lo oscuro
donde olvido y memoria son tan solo
los reflejos de lo áspero y amado,
la ilusión que ha surgido del enebro.

Duramente recuerdo tus poemas,
viejo fioca,
mi amigo inconfesable.

Luis Hernández (Lima 1941 - Buenos Aires, 1977), "Las constelaciones" (1965), Antología poética, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

TY - BOOK
ID - BVMC:1145536
AU - Hernández, Luis
TI - Antología poética
CY - Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2022
PY - 2022
UR - https://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc1145536
ER - 

Otros poemas de Luis Hernández en Otra Iglesia Es Imposible

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sábado, marzo 23, 2024

Leopoldo Varela / Ante la obra de Cándido López



es una guerra de juguete
de hombrecitos pequeños como hormigas
cuyas cabezas gritan ohhh
a seis o siete pasos de sus muertes

caballitos lanceados
agonizando en charcos
                                   /de sangre

tiros aquí y allá
humo y silencio
bolitas de cañón
como piñatas de macabros
        cumpleaños

curupayty
itapirú
acosta ñú

masacre de madres
            y de niños
paraguayos

ríos
esteros
barrancos

       sobre los campos extensos
       cruces cristianas vencidas
       de madera de chañar
       nadie se anima a llorar

       los chimangos caranchean
       los cuerpos de los soldados
       como si fueran pacúes
       pejerreyes
       o dorados

Leopoldo Varela (Valentín Alsina, provincia de Buenos Aires, 1960), Axolote, inédito

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Foto: Leopoldo Varela/Facebook

viernes, marzo 22, 2024

María Mercedes Carranza / Historia universal de la camelia




De todas, más o menos de todas
por las entretelas del corazón
anda Margarita Gauthier.
Algunas llevan la camelia
en el hombro, otras bajo las enaguas.
Todas entre bambalinas, con Armandos,
desmayos, rubores y lágrimas.
Entre Eva, que fue el principio
–se desconoce a la madre de Yavé–
y usted señorita, la historia es larga.
Camelias blancas, camelias amarillas,
camelias negras. Pompadoures
de su príncipe, Catalinas
de su corazón. Beatas por un pelo,
la Estuardo en los altares;
vírgenes como Isabel, o como Lucrecia,
camelia venenosa, víctimas de un Borgia.
María Luisa, gorda y fea,
más sensible que una adormidera,
Josefina entre diademas y Paulina
su dignísima cuñada. Queda Julia
la hija del Divino y Biblia arriba
Judith, camelia santa.
Y sobre ellas y las que faltan,
la celeste Celestina, que a todas ama
y a todas guía, aún con el sabor
en las encías y vive y reina
por los siglos de los siglos.

María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945-2003), Poesía completa, Lumen, Barcelona, 2019
Envío de Jonio González

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Foto: HJCK

jueves, marzo 21, 2024

Billy Collins / Marginalia



A veces las notas son feroces,
asaltos virulentos contra el autor
en diminuta letra negra
desde los bordes de cada página.
"Si pudiera ponerte las manos encima,
Kierkegaard, o Conor Cruise O'Brien",
parecen decir,
"cerraría la puerta y te sacudiría la cabeza con algo de lógica".

Otros comentarios son más informales, desdeñosos:
"Estupideces" "¡Por favor!" "¡JA!"
ese tipo de cosas.
Me acuerdo que una vez, alzando la vista de mi libro,
con el pulgar como señalador,
traté de imaginar qué clase de persona
había escrito: "No seas bobo"
al costado de un párrafo de "La vida de Emily Dickinson".

Los estudiantes son los más humildes,
simplemente dejan sus huellas esparcidas 
al borde de la página.
Uno garabatea "Metáfora" junto a una estrofa de Eliot.
Otro señala la presencia de "Ironía"
cincuenta veces en los párrafos de "Una modesta proposición".

O hay fanáticos que gritan desde las tribunas vacías,
haciendo bocina con las manos sobre la boca.
"Absolutamente", le gritan
a Duns Scoto y a James Baldwin.
"¡Sí". "Justo en el blanco". "¡Ese es mi hombre!"
Marcas de verificación, asteriscos y signos de exclamación
llueven sobre los márgenes.

Y si llegaste a recibirte en la universidad
sin haber escrito nunca: "Hombre vs. Naturaleza"
en algún margen, tal vez 
llegó el momento de dar ese paso.
Todos nos apropiamos alguna vez del perímetro blanco
y agarrando una lapicera, aunque sea para mostrar
que no perdíamos el tiempo en el sillón pasando las páginas;
imprimimos una pensamiento en la banquina,
plantamos una huella en el margen.

Hasta los monjes irlandeses en sus escritorios helados
anotaban sobre los bordes del Evangelio
breves comentarios acerca de las penurias de copiar,
de un pájaro cantando cerca de la ventana,
o del rayo de sol que iluminaba las páginas-
hombres anónimos que emprendían un viaje al futuro
en una nave más duradera que ellos mismos.

Y no leíste a Joshua Reynolds, dicen,
si no lo leíste enredado en los furiosos garabatos de Blake.

Sin embargo, la nota que me viene a la mente con más frecuencia,
la que llevo colgada como un relicario,
estaba escrita en un ejemplar de "El guardián entre el centeno"
que yo había sacado de la biblioteca local
en un verano lento y caluroso.
Yo recién empezaba la secundaria,
leía sobre un sofá del living de mis padres,
y no te puedo contar
cómo se profundizó enormemente mi soledad
y qué conmovedor y amplio se presentó el mundo ante mí
cuando encontré una página
con algunas manchas de grasa
y junto a ellas, escrito con lápiz suave
por una chica hermosa, podría afirmarlo,
a quien nunca conocería:
"Perdón por las manchas de ensalada de huevo, lo que pasa es que estoy enamorada".

Billy Collins (Nueva York, Estados Unidos, 1941), Sailing Alone Around the Room. News and Selected Poems, Random House, 2002
Traducción de Isaías Garde


Marginalia

Sometimes the notes are ferocious,
skirmishes against the author
raging along the borders of every page
in tiny black script.
If I could just get my hands on you,
Kierkegaard, or Conor Cruise O’Brien,
they seem to say,
I would bolt the door and beat some logic into your head.

Other comments are more offhand, dismissive –
“Nonsense.” “Please!” “HA!!” –
that kind of thing.
I remember once looking up from my reading,
my thumb as a bookmark,
trying to imagine what the person must look like
who wrote “Don’t be a ninny”
alongside a paragraph in The Life of Emily Dickinson.

Students are more modest
needing to leave only their splayed footprints
along the shore of the page.
One scrawls “Metaphor” next to a stanza of Eliot’s.
Another notes the presence of “Irony”
fifty times outside the paragraphs of A Modest Proposal.

Or they are fans who cheer from the empty bleachers,
hands cupped around their mouths.
“Absolutely,” they shout
to Duns Scotus and James Baldwin.
“Yes.” “Bull’s-eye.” “My man!”
Check marks, asterisks, and exclamation points
rain down along the sidelines.

And if you have managed to graduate from college
without ever having written “Man vs. Nature”
in a margin, perhaps now
is the time to take one step forward.
We have all seized the white perimeter as our own
and reached for a pen if only to show
we did not just laze in an armchair turning pages;
we pressed a thought into the wayside,
planted an impression along the verge.

Even Irish monks in their cold scriptoria
jotted along the borders of the Gospels
brief asides about the pains of copying,
a bird singing near their window,
or the sunlight that illuminated their page–
anonymous men catching a ride into the future
on a vessel more lasting than themselves.

And you have not read Joshua Reynolds,
they say, until you have read him
enwreathed with Blake’s furious scribbling.

Yet the one I think of most often,
the one that dangles from me like a locket,
was written in the copy of Catcher in the Rye
I borrowed from the local library
one slow, hot summer.
I was just beginning high school then,
reading books on a davenport in my parents’ living room,
and I cannot tell you
how vastly my loneliness was deepened,
how poignant and amplified the world before me seemed,
when I found on one page

a few greasy looking smears
and next to them, written in soft pencil–
by a beautiful girl, I could tell,
whom I would never meet–
“Pardon the egg salad stains, but I’m in love.”

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Foto: Billy Collins, Nueva York, febrero 2003 Henry Leutwyler Contour/ New York Times Magazine/ Getty Images

miércoles, marzo 20, 2024

Agnès Agboton / Tres poemas




Lejos, tan lejos ya
el manto cálido del viento
y el sudor que empapa la tierra.

Lejos, tan lejos ya
las palmeras de Semè‑Podji
y la sangre que abre caminos.

Lejos, tan lejos ya
la tierra roja que abraza a los míos
y bebe, despacio, el agua del «yoho» [1]
mientras la mañana enfría mis sueños
y mis pies desnudos se arrastran
por esas baldosas sin sed.

¿Dónde, dónde está la tierra roja,
la sangre de las generaciones,
el ardiente «sodabi» [2]
 de los dioses?

¿Dónde, dónde está la tierra roja?

*

Han quedado sobre la tierra
los oscuros cuerpos de los hombres
de inútil muerte,
y en el oculto corazón de los demás
arde todavía la llama del odio
estúpidamente despierto.
Inútil odio.

En un apacible cobijo
de hermosas paredes
todo ha sido cambiado;
dos hombres importantes se han sonreído,
se han dado la mano.

De nuevo todo inútil, 
la lucha de los vivos,
la muerte de los muertos.

De nuevo todo inútil, 
el hambre…

*

Ese cristal entre las hojas verdes,
Ese cristal buscando
–en balde, en balde–
el camino que encauce mis pasos.

Pero no, no son mis pies
ese cristal
ni lo empaña mi aliento
paso a paso.
Pero no, no es un cauce
ese sendero.

Merodea mi alma,
sedienta vagabunda que se acerca,
ingenua,
al cristal azul.

¡Esa sed de infinito
y el sabor de la tierra!

Agnès Agboton (Porto-Novo, Benín, 1960), Guaraguao, año 27, nº 75, Barcelona, 2024
La autora realizó la traducción de la lengua gun al castellano

Notas de la autora:
1. Altar familiar.
2. Aguardiente de palma.

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Foto: Emiliano Moro

martes, marzo 19, 2024

Raquel Jaduszliwer / Dos poemas




Si pensabas que mirar hacia atrás significa reencuentro,
hallazgo de la sombra que al mediodía se perdió,
en vano buscarás. Nada te la devolverá,
hacia adelante deberás seguir. Verás, harás de cuenta
que una de las estrellas venideras te será destinada.
Aunque no veas tu nombre allí grabado, por su destello la reconocerás.
A cambio de su guía le darás tu ofrenda: puede ser ese pez
que arrebataste al agua, o el temblor del venado, el ciervo esquivo.
También está esa flor incrustada en la cima, en la oscura corona
de hierro de los días. O simplemente aquello, la sombra que perdiste
a mitad de camino.


Al cabo de este día me dejaré otra vez. De los ausentes
no llegan más noticias. Tampoco de los muertos 
a pesar de la proximidad. Aquí se ha puesto todo ajeno.
Es el cansancio urbano: las fuerzas más umbrías del bosque
se perdieron, ya no vendrán a mí animales de sueño.
Aquí somos desvelo. Animales de sueño
aún podríamos ser, de aquellos que caminan
sobre su propia sombra. Olvidan que perdieron
hace tiempo los párpados. Caminan
con los ojos abiertos a través de la noche. 

Raquel Jaduszliwer (San Fernando, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1946), inéditos, 2024

Más poemas de Raquel Jaduszliwer en Otra Iglesia Es Imposible

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lunes, marzo 18, 2024

Dalia Ravikovitch / Recuerdas, seguramente



Cuando ya se han ido todos
me quedo a solas con los poemas:
algunos míos, otros no.

Los poemas escritos por otros
son los que más me gustan.
Me quedo en silencio
y la garganta se libera del ahogo.

Me quedo.
A veces quisiera que todos se fueran.

Escribir poemas es algo grato.
Estás en una habitación cuyos muros se elevan.
Los colores se agravan.
Un pañuelo azul se vuelve profundísimo valle.

Quieres que se vayan todos.
No entiendes qué pasa contigo.
Quizás pienses en dos o más cosas.
Luego pasará todo y serás cristal claro

y tras eso, el amor.
Tanto se amó a sí mismo, Narciso.
Necio quien no comprenda que también amó al río.

Estás solo.
Te duele el corazón, pero no ha de quebrarse.
De a poco se diluyen las figuras lavadas
para borrarse luego las heridas.

Llega después el sol, en mitad de la noche.
También recuerdas unas flores oscuras.
Necio es el que le permite al sol ocultarse cuando así lo desea.
El sol prosigue su derrota, siempre, hacia las islas,
y te visitarán astros y lunas, inviernos y veranos.

Tesoros incontables.

Dalia Ravikovitch (Ramat Gan, Mandato de Palestina, hoy Israel, 1936 - Tel Aviv, 2005), Dalia Ravikovitch - De-canta-sión, 17 de noviembre de 2020
Traducción de Gerardo Lewin
Envío de Jonio González

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domingo, marzo 17, 2024

Mario Montalbetti / Dos poemas




Augur observando un pollo
(Poemas romanos)

Cayo Mario (II)

Una galleta de jengibre seduce a los moros, Mario
¿por qué no compras galletas y ahorras una guerra?
Un pedazo de pan seduce a los ciudadanos, Mario
¿por qué no repartes y ahorras el descontento?
Una poza de agua seduce a los gorriones, Mario
¿por qué no la colocas y das de comer a tus cuervos?
Una pequeña porción de cianuro elimina a la especie, Mario
¿por qué no lo viertes en su brebaje y ahorras matrimonio?

Mario, Mario, Mario
eres capaz de perderte a Andrea Palladio
construyendo la Villa Rotonda.

Perro negro, 31 poemas (1978)


La lección de economía

¿Por qué los mercados no son afectados
por los grandes abandonos, por los amores que acaban,
por los desencantos y los crepúsculos?

Nadie lo sabe. Algunos lo saben:
porque los mercados responden a dos cosas
y a dos cosas solamente: al flujo de capital
y a las expectativas de ganancia.

Se repitió todo esto mientras andaba
con pasos apurados, preparando la clase
antes de dar la clase. Cruzó la calle.

El vendedor de lotería estaba parado
en la esquina, con las suertes enganchadas
con un imperdible a su camisa de franela.

Imaginó gallos. Siguió caminando.

Se preguntó retóricamente:
¿y qué afecta al amor? La clase sigue.

Nadie lo sabe. Algunos lo saben:
una cosa y una cosa solamente afecta al amor:
la demanda de amor.

(Esta es la ley sorprendente
de la que tiene que convencerlos:

la oferta de amor no afecta al amor.)

El lenguaje es un revólver para dos (2008)

Mario Montalbetti (Lima, 1953), Lejos de mí decirles. Poesía reunida, Colima-Aldvs, Ciudad de México, 2013

Más poemas de Mario Montalbetti en Otra Iglesia Es Imposible

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Foto: Marina García Burgo/Confabulario, El Universal, México

sábado, marzo 16, 2024

Jan de Jager / De "Casa de cambio, 4"




El tiro por la culata

Leyendo Colt & Co., enciclopedia de las armas de fuego, me entero del triste 
fin del genial armero Charles Trimbull Welby.

El mayor Welby dedicó los últimos años de su vida a desarrollar el arma de 
fuego perfecta: un rifle con virtualmente cero desviación y rango infinito. 
Velocidad del proyectil = c/4, es decir un cuarto de la velocidad de la luz. 
Poder de penetración ilimitado.

El día que procedió a probar la precisión y potencia de su invento, la bala 
pegó la vuelta al mundo atravesando todo lo que se le atravesaba, y lo 
descerebró por atrás.





[Ya sabemos que en nuestro universo a esa velocidad el proyectil hubiese 
escapado a la fuerza de gravedad del planeta, internándose en los fríos y 
oscuros espacios infinitos, pero nos gusta imaginar esta escena en un mundo 
que se rige por las leyes de los dibujos animados, más específicamente las 
del Correcaminos y el Coyote]


Escultura mental

Ensamblar, a modo de mosaico tridimensional
todos los trozos, todos los fragmentos, las esquirlas
que quedaron después de que Miguel Ángel
terminara de esculpir el David.

Imaginar el bloque resultante,
todo mármol y grietas y pegamento,

en cuyo centro hay un David de aire.


Literal

y si el clavel del aire
          fuese de veras eso, 
                               del aire:

                                sin el árbol o el cable 
                                        en que se apoya, 
                                              apenas el clavel,

                                                      flotando ahí, 
                                                            floreciendo



Horacio remozado

Ves cómo el cerro se puso blanco de alta nieve,
los árboles hacen horas extra para sostenerla 
y los ríos de tan súbito congelarse 
dejaron la marca de la frenada.

Aquí adentro no le hagamos caso al frío, 
échale unos buenos troncos al fuego, 
descorcha un falerno de los caros, amado 
mío, y de todo lo demás que se hagan 

cargo los dioses, que en cuanto hayan 
domado los vientos que marean a las olas 
del lago, ya no se sacudirán ni los cipreses 
ni los añosos olmos. Lo que traerá el futuro, 

MAÑANA, no preguntes: los equis días que 
el destino te otorgue son tiempo ganado que 
podrás, deberás dedicar a la danza y los amores.
Ahora que eres mocito y aún no peinas canas 

gruñonas, en parques y plazas ve a encontrarte, 
a la hora acordada, al anochecer, con esa chica 
escondida que revela con risitas su escondrijo, 
y recuerda que no se esconde de ti, sino para ti.

Odas 1.9


Primavera porteña

                         Cras amet qui nunquam amavit et qui amavit cras amet.

Y otra vez la primavera porteña llena el aire de un aroma vagamente 
inquietante, que te frisa los huesos, y te deja solo y cachorro en medio del 
viento de retoños y brotes. El pecho se hincha y los tuétanos se estremecen. 
Eros arremete y afloja las rodillas, ardiente y dulce.

Sopla una brisa tibia y escalofriante como un acorde de J. J. Cale, como un 
huayno de Uña Ramos. En algunos lugares del universo ciertos conjuntos 
de átomos generan calor, otros emiten polen, la retama florece, en Santa 
Fe alguien se enamora, en Düsseldorf una orquesta y un coro interpretan 
la sinfonía Coral de Ludwig van Beethoven como ni siquiera él mismo la 
imaginó, en Tucumán, el 24 de septiembre el ejército anuncia haber dado 
muerte a nueve guerrilleros. El 25 muere en Tucumán Celia A P, y en 
Santiago del Estero hallan un cadáver N N no identificado. El 26 muere 
Zulema A R W y dos supuestos guerrilleros en V. Ballester. El 30 mueren 
Felipe R A y Eduardo L L. 

Cerca de las Malvinas, un pesquero noruego arponea una ballena. En Sydney, 
alguien se olvida el reloj en la mesa de luz de su amante. En Tokio alguien 
come fugu.

de Noticias del 75

Jan de Jager (Buenos Aires, 1959)

Relámpagos
, 4
Viajera Editorial,
Buenos Aires, 2023











Poemas de Jan de Jager en Otra Iglesia Es Imposible

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viernes, marzo 15, 2024

Laura Klein / De "Bastardos del pensamiento"



I.

    bastardos del pensamiento : 
en caja cerrada enferma la materia

cómo habitar ese sitial lleno de pardos 
fríos lenguaraces impiedad es poco

églogas inversas flema en el cristal de la querella
alegatos, ideas endémicas, raspajes, estudio de reptil en jaula 
nubes de gritos, desiertos sépticos

crían desconfianza pero la cabeza insiste


II.

hube de ponerla de base    la riente en vertical 
y la voluntad mecer vencida
vencida de rodillas ¡basta! por el impulso sobrante 

y el miedo a que no se ahogara

vencida : por el cacareo
 

III.

y si no fuera exactamente un cacareo? 
pongamos que el sonido fermentó

una sífilis frugal, por ejemplo, el libro estéril hasta el meollo 
hablan de pecado, huelen a pecado
un torniquete de luz  el instante hace justicia

la carcoma en la lengua desposa el nervio 
envejecido

Laura Klein (Buenos Aires, 1958), Bastardos del pensamiento, La Letra Muerta, Buenos Aires, 1997

Poemas de Laura Klein en Otra Iglesia Es Imposible

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jueves, marzo 14, 2024

Miguel Gaya / De "Colección Robin Hood"



[Colmillo Blanco]

Tal pareciera que
la pelambre del perro
procura
abrigo al rigor
de la intemperie
Así
todo lo que va por dentro
de la persona
es protegido
por grueso
cuero
colmillo blanco
Porque 
cuál corazón late 
en la intemperie?

Y de este modo
temeroso
preservamos 
la sangre / solitaria
para nuestra eterna condenación


[El Príncipe Valiente]

Ella usaba el pelo 
como el Príncipe Valiente
y modales impropios
de familia real
Combatimos mucho
en batallas privadas
y nunca hubo acuerdo
sobre la victoria
Sin tiempo para sagas
ni conciencia de gestos
que pudieran cantarse
no dejamos tras nuestro
más que
toscos mensajes
señales urgentes
que no fueron leyenda
"La cerveza en la heladera
Ya no hay comida
Besos"


[Facundo]

Los refucilos le traen
algún problema
Hombre meticuloso
el rastreador requiere
luz eterna
Su fama se alimenta de restos
residuos de una vida
efímera
que él, incansable,
clasifica, poda, inmoviliza
para que el caos tenga
algún sentido

Miguel Gaya (Ayacucho, Argentina, 1953), Colección Robin Hood, Editorial Acme, Buenos Aires, 1994

Poemas de Miguel Gaya en Otra Iglesia Es Imposible

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miércoles, marzo 13, 2024

Juan Manuel Ponce / La cadencia secreta



La cadencia secreta de la vida
está en el llanto del recién nacido
en el jadeo del amor
en el ritmo del corazón que ama.

El origen del universo
es la atracción de la materia
urgida por el amor.

El espacio infinito y el mar
caben en un beso.
Toda la eternidad, tu casa blanca
la cordillera, las hortensias del jardín
la luna y las lagunas
celebran este día, ese instante
en que sonríes
como un dios.

Lo grande habla en lo pequeño.

Juan Manuel Ponce (Tuluá, Colombia, 1949, Peregrinos, Taller de Edición Rocca, Bogotá, 2023
Vía Darío Jaramillo, Listín Diario, 18.2.2024

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Foto: Semana, Colombia

martes, marzo 12, 2024

Félix Luna / Los bichos




[Milonga]

Vide una vez en un rancho,
Diez leguas de Uruguayana,
Que armaba un baile una iguana
Ayudada por un chancho.
Bastonero era el carancho,
Y yo por ver que pasaba,
Me paré junto a la entrada
Y vi al tigre y su sobrino,
La vizcacha y el zorrino
Y un piojo que la miraba.

También entró el tero-tero.
La rana y el avestruz,
Y gritando que haya luz,
Un lorito barranquero.
Bicho lindo, bicho fiero,
Todos vestido e´caté.
Y en un rincón yo miré
A la vizcacha y al piojo...

Comiéndose con los ojos,
Al compás de un chamamé.

La vizcacha era coqueta,
Se entendía con el grillo.
El piojo sacó un cuchillo
Y la trató de sotreta.
Paró de tocar la orquesta,
Se armó un tremendo incidente,
Hasta que un de repente
Cayó a levantar sumario
Un sapo subcomisario
Y un peludo de asistente.

Se llevaron al conjunto
De animales antedicho.
Cayeron todos los bichos
Como en día de difuntos.
Y el sapo dijo: -Este asunto,
Es un caso pasional,
La autoridad policial
Hará examen de garantes...

Y quedará pa´quien gane
Esta vizcacha fatal.

Se nombraron abogados
A la lechuza y al cuervo.
Hubo diálogos acervos
Entre los apoderados.
Se gastó mucho en sellado,
Y el sapo al dictar sentencia,
Dijo con toda inocencia,
Pero mostrando la hilacha:
-¡Me quedo con la vizcacha
pa´custodiar su decencia...!

Félix Luna (Buenos Aires, 1925 - 2009), Los Trovadores del Norte, Sony Music, 1964
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Foto: Clarín, Buenos Aires

lunes, marzo 11, 2024

Cesare Pavese / De "Poesía juvenil"




Frases a la enamorada

Salgo a caminar en silencio con una chica
abordada en la calle, en la avenida, por la tarde,
la avenida llena de árboles y luces.
Es nuestro tercer encuentro.
La chica no puede tomar una decisión, es difícil:
no vamos al café porque odiamos a la multitud,
tampoco al cine, porque la primera vez
fuimos... porque... ya no tenemos que hacerlo más,
si no nos amamos tanto.
                            Caminemos así
hasta Po, hasta el puente, miraremos los edificios
de luz que los faroles construyen en el agua.
      La saciedad de la tercera cita.
Sé tanto de ella como un extraño podría saber,
uno que la besó y la abrazó en una sala oscura,
donde otras parejas oscuras se apretaban
y la orquesta —de un solo piano— tocaba Aída.
       Caminamos por la avenida, entre la gente.
Aquí también hay una orquesta que chilla y canta.
Hace un ruido metálico como los sacudones de los tranvías.
Estrecho a mi compañera y la miro a los ojos:
ella me mira y sonríe.
Sé tanto de ella como siempre he sabido de todos los demás,
quién trabaja, quién está triste y quién, si le preguntan
—“¿quieres morir esta noche?”- diría que sí.
—“¿Y nuestra aventura?”— “Nuestra aventura es diferente,
vamos a romper” (Hay un novio dando vueltas). 

     Oh mi hermosa niña, esta noche yo no soy el compañero
atrevido, que te ganó besándote en la calle
bajo la mirada de un anciano caballero asombrado.
Esta tarde camino pensando en la tristeza,
como tú a veces piensas en que quieres morir.
No es que quiera morir. Ese tiempo ha pasado
y luego, “no nos amamos”. Es la multitud que pasa
que me oprime y me asfixia, y tú también eres la multitud,
que, como todos, caminas a mi lado.
No es que te odie, pequeña —¿podrías pensar eso?-
pero estoy solo y siempre estaré solo.

       Aquí está el Po. —“¡Qué hermoso es!... Esta noche es de cristal.
Las columnas de luz... y la curva del muelle:
en la oscuridad casi parece la playa del mar.”
La compañera me habla alegremente y me abraza:
yo también tendré que abrazarla más fuerte en el puente.
Una orquesta lejana nos persigue hasta aquí.
Las colinas están oscuras. “¿Vendrías a las colinas?”
—“No, no a la colina. Está muy lejos. Quedémonos a mirar...”
     En el fondo esta noche ni siquiera quiero tu cuerpo,
ay mi nena hermosa, que también estás viva
para la mano que busca tu flanco.
Sé de ti tanto como siempre he sabido de todos:
que eres ávida bajo el vestido de seda azul,
que trabajas y estás triste y que un día tal vez seas mía,
si vencieras —¿quién sabe?— todos los escrúpulos.
     Pero en este momento callo y estoy solo,
como estaré hasta la muerte.
No es orgullo, niña, hace tiempo que lo olvidé.
pero no quiero, no quiero que nadie me quite la vida.

—“¿Quieres que salgamos a navegar un poco esta noche?” —“Está fresco. Mejor nos quedarnos.”
     —“Pero así no estaremos cerca” —“Pero está oscuro, nos podemos caer”.
     —“¿Qué quieres hacer aquí mirando el aire?” 
     —“Aquí es hermoso” —“Bajemos. Es más hermoso junto al agua. 
     Nos darán luz los faroles.” Le hablo, le estrecho
     la mano con suavidad y, torpemente, le doy un beso rápido
     en la mejilla. Desde debajo del sombrerito de fieltro me mira fijamente
     y luego, casi compungida, repite: “Quedémonos a mirar”.

[4 a 10 de agosto de 1930]


Veo borrarse lejos las colinas
   en una niebla gris y todo el verde
   de la campiña rojizo y podrido.
   No más azul el cielo, no más sol.
   ya no vivos sonidos del verano,
   sino un tedio frío, grave, que envuelve
   todo. Solo, rápido, entre los árboles,
   a ratos pasan ráfagas de frío
   sacudiendo las frondas esqueléticas

[30 de septiembre de 1925]


¡Oh, pasear con ella en la noche oscura,
   ir entre las plantas y escuchar con ella
   los roncos gritos que cruzan la llanura
   trémulos como la luz de las estrellas!
¡Oh, permanecer en el cálido aliento
   del viento, encontrar de nuevo su figura
   cerca de mi cara y sentirla temblar,
   sentir temblar junto a mí su boca pura!

[Octubre de 1923]

Cesare Pavese (Santo Stefano Belbo, Italia, 1908 - Turín, Italia, 1950)

Poesía juvenil (1923-1930)
Traducción de Jorge Aulicino
Barnacle 
Buenos Aires, 2024








Más poemas de Cesare Pavese en Otra Iglesia Es Imposible

Frasi all’innamorata

Vado a spasso in silenzio con una bambina
abbordata per strada, lungo il viale, di sera,
il viale pieno d’alberi e di luci.
È il nostro terzo incontro.
La bambina è difficile nella scelta scabrosa:
al caffé non andiamo perché odiamo la folla,
al cinema neppure, perché la prima volta
siamo stati... perché... non dobbiamo più farlo,
se tanto non ci amiamo.
                           Passeggiamo, così,
fino a Po, fino al ponte, guarderemo i palazzi
di luce, che i lampioni fan nell’acqua.
     La sazietà del terzo appuntamento.
So di lei tutto quanto può sapere un estraneo
che l’ha baciata e stretta in una sala buia,
dove altre coppie buie si stringevano
e l’orchestra —di un piano— suonava l’Aida.
     Camminiamo nel viale, tra la gente.
Anche qui c’è un’orchestra che stride, che canta
ha un frastuono metallico come i tram che trabalzano.
Stringo a me la compagna e la guardo negli occhi:
ella mi guarda e sorride.
     So di lei quanto ho sempre saputo di tutte,
che lavora, che è triste e che, se le chiedessero 
—“vuoi morire stanotte?”— direbbe di sì. 
—“E la nostra avventura? ”— “La nostra avventura è diversa,
ci lasceremo noi” (C’è un fidanzato in giro).

     O mia bella bambina, stasera non sono il compagno
audace, che ti ha vinta, baciandoti per strada
sotto gli occhi di un vecchio signore stupito.
Questa sera cammino pensando tristezze,
come tu qualche volta pensi che vuoi morire.
Non ch’io voglia morire. É passato quel tempo
e, poi, “noi non ci amiamo”. É la folla che passa
che mi preme e mi schiaccia, e anche tu sei la folla,
che, come tutti, mi cammini accanto.
Non ch’io ti odî, bambina —potresti pensarlo?—
ma sono solo e sempre sarò solo.

Ecco il Po. —“Com’è bello! ... Stasera è un cristallo.
Le colonne di luce... e la curva del molo:
pare quasi, nel buio, la spiaggia del mare”.
La compagna mi parla contenta e mi stringe:
dovrò anch’io abbracciarla più stretto sul ponte.
Un’orchestra lontana c’insegue fin qui.
Le colline son buie —“Verresti in collina?” 
—“No, in collina. È lontano. Restiamo a guardare...”
     Non desidero in fondo, stasera, nemmeno il tuo corpo,
o mia bella bambina, che pure sei viva
alla mano che cerca il tuo fianco.
So di te quanto ho sempre saputo di tutte:
che sei avida sotto la veste di seta azzurrina,
che lavori e sei triste e che un giorno sarai forse mia,
se vincerai —chi sa?— tutti gli scrupoli.
     Ma in questo istante tacio e sono solo,
solo come sarò fino alla morte.
Non è orgoglio, bambina, da tempo ho scordato l’orgoglio,
ma non voglio, non voglio nessuno a stornarmi la vita. 

     —“Vuoi che andiamo un po’ in barca, stasera?” —“Fa fresco, restiamo”. 
     —“Ma no, staremo accanto” —“Ma è buio, si cade”. 
     —“Cosa vuoi fare qui a guardare in aria?”
     —”Ma qui è bello” —“Scendiamo. È più bello dall’acqua.
     Ci daranno il fanale”. Le parlo, le stringo
     la mano dolce e, goffo, le dò un bacio rapido
     sulla guancia. Di sotto il caschetto di feltro mi fissa
     e poi, quasi compunta, ripete —“Restiamo a guardare”.

[4–10 agosto 1930].


Vedo lontano le colline perdersi
   in una nebbia grigia e tutto il verde
   della campagna arrossa e infracidisce.
   Non più l’azzurro in cielo non più il sole
   non più i vivi rumori dell’estate
   ma un tedio freddo e grave che ravvolge
   ogni cosa. Sol rapide, tra gli alberi,
   passano a tratti gelide ventate
   scrollandone le fronde ischeletrite

[30 settembre 1925].


Oh, vagare con lei la sera scura,
   perderci tra le piante ed ascoltare
   le stride rauche su per la pianura
   tremule come la luce stellare!
Oh, soffermarci al tepido alitare
   del vento e ritrovar la sua figura
   stretta al mio volto e sentirla tremare,
   sentir tremare la sua bocca pura!

[ottobre 1923].

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Foto: Cesare Pavese en una foto de juventud  Diversas fuentes, sin más datos.

domingo, marzo 10, 2024

Fernando Molle / De "Borrado para siempre", 2




Seis orificios en una caña verde
Aire sonando en los agujeros

Los dedos romos y peludos 
tapando y destapando 

El soplo del pulmón 
La melodía

En el aire 
repetida

La nueva melodía
la misma

Felicidad 
Ensoñación colectiva

Veranos abiertos 
frente al río deshelado
Inviernos retumbando 
en paredes y paredes

El silbido de las flautas 
en cada nacimiento

Los padres y los hijos  
La misma melodía 

Los dedos pequeñitos 
tapando y destapando

*

¿Estaba Antes?

El cuello largo
del Tacatác 
estaba Antes

Por el dibujo
galopa quieto 
el cuello largo
                 del Tacatác

Cuando nacimos 
muy por abajo 
del cuello largo 
                ¿nadie montaba?

Cuando nacimos
el cuello largo
               estaba Antes

Sin Tacatác 
nadie podría
sin Tacatác

Estaba antes 
cuando montamos
muy por abajo
del cuello largo

Nadie nacido
cuando nacimos
del cuello largo 
y estaba Antes

Nadie nacía
nadie sabía
nadie podría
                   sin Tacatác

Fernando Molle (Buenos Aires, 1968)


Borrado para siempre,
Barnacle,
Buenos Aires, 2024








Más poemas de Fernando Molle en Otra Iglesia Es Imposible

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sábado, marzo 09, 2024

Carlos Martínez Rivas / Poemas




Hogar (con luz roja)

                    a Pilar y las chicas

Los escalones de madera, inseguros
para el extranjero en la oscurana, son
fácil camino para el hijo.
Alrededor de la mesa, congregada
juega a las cartas la familia; las fichas
chocan en el centro del tapete en donde
cae la luz. Discreta zumba la radio. 
Porque es pacífico este hogar, temeroso
y sólo al amor consagrado.
Llega el hijo y los hermanos del hijo
y las hermanas de los hijos acuden
a la llamada del timbre, y esperan
dichosas, con agitado pecho, en medio
del saloncito de mobiliario eterno:
los cojines color naranja y el cromo
con la góndola de Cleopatra en el Nilo.


Pequeña moral

               a Elvira

Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:

la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, sin la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia

todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.


Ars poética

¿Que eres reacia al Amor, pues su manía
de eternidad te ahuyenta, y su insistente
voz como un chirriante ruiseñor
te exaspera y quieres solamente
besar lo pasajero en la cambiante
eternidad de los fugaz? -entonces
¡soy tu hombre! Pues más hospitalario
que el mío un corazón no halló jamás
para posarse el falso amor. Igual
que llegué, parto: solo, y cuando mudo
de cielo mudo también de corazón.
Pero, atiende: no vas a hacer traición
a tu alma infiel. No intentes, si una chispa
del hijo del hombre ves en mis ojos,
descifrarla, ni trates de inquirir mucho
en mi acento y el fondo de mi vida.

Donde quiero destierro y silencio
no traspases la linde. Allí el buitre
blanco del Juicio anida y sólo el
ceño de la vida privada ¡canta!


Dicho de agur

Tras cosas me han impresionado
y una cuarta sin descifrar:

el choque sin persona de un muerto echado al agua.
Un vítor de volátil o silbato de policía en la selva.
El ¡clic! de un revólver al montarse.
Y la palabra APORIA, empleada 
por el Dr. Pedro Laín Entralgo en uno de sus ensayos,

Carlos Martínez Rivas (Ciudad de Guatemala, 1924 - Managua, 1998), Diario de Poesía n° 25, Buenos Aires, verano de 1992

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viernes, marzo 08, 2024

Llorenç Gomis / Todo lo que puede pasar



Todo lo que puede pasar es lo que pasa,
no puede pasar nada más, no tengas miedo.
No quería Jesús la pasión
ni la muerte que por ley la vida traga.
Abre un libro de historia. Todo son muertos.
Todos sufrieron, poquísimos lo querían,
todos eran débiles y fueron fuertes todos
todos hicieron más de lo que hacer sabían.
Las cartas no son muchas, pero dan bastante juego;
las ramas se hacen brasas y deja ceniza el fuego.

Llorenç Gomis (Barcelona, 1924 – 2005), Sons i sonets, Edicions 62, Barcelona, 1984
Versión de Jonio González


Llorenç Gomis en Otra Iglesia Es Imposible


TOT EL QUE POT PASSAR

Tot el que pot passar és el que passa,
no pot passar res més, no tinguis por.
No volia Jesús la passió
ni la mort que per llei la vida empassa.
Obre un llibre d’història. Tot són morts.
Tots van patir, poquíssims ho volien,
tots eren dèbils i tots van ser forts,
tots van fer més d’allò que fer sabien.
Les cartes no són moltes, mes donen força joc;
les branques es fan brases i deixa cendra el foc.

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